"Aroma de infancia" ADQUIRIDO |
Qué decir del interiorismo
de Romero, minucioso en la representación de lo cotidiano, de la realidad, pero
de una realidad sólo aparente. Los objetos tienen un sentimiento propio,
reflejan un estado de ánimo, una inquietud, una paradoja vital. Son en esencia
transmisores de sentimientos, que quizás el autor libera más abiertamente,
protegido por la intimidad de los pinceles y la paleta. Romero es un viajero en
busca de aquellos otros mundos, llamémosles “irreales” o “perdidos” que, por
otro lado, son aquellos mundos que todo el mundo anhela encontrar, para escapar
de éste, incomprensible y a veces irreconocible. Un viajero en búsqueda de su
propio cosmos, de su propio mundo interior.
Juan Antonio Gaspar, pintor. 2010.
2004-2010. El regreso. La consolidación.
Luis Alberto Romero prosigue con
su actividad docente abriendo una nueva academia en Soria. Participa en exposiciones internacionales: Florida (USA, 2002 y 2005), Gante
(Bélgica, 2004), La Haya
(Holanda, 2005), Agrigento (Italia, 2007).
En el año 2007 es seleccionado
por Antonio López (trescientas solicitudes, quince plazas) para participar en
un taller magistral impartido por el maestro.
Luis Alberto comienza a comunicar
sus conocimientos a través de numerosos cursos destinados a toda clase de
público. Con los años, los objetivos de su academia se amplían, contando en la
actualidad con su propia galería de arte. Paralelamente, cursa estudios
superiores de fotografía en la
Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria. Nuestro
protagonista continúa investigando, probando, buscándose. Su estilo es hoy más
ascético, si se me permite, melancólico. Eso sí, permanece
fiel a los ejes primordiales de su pintura. Cumple ahora cuarenta años de edad
y, siempre vital e invicto, no se le ocurre otra cosa que matricularse por Bellas
Artes en la
Universidad Complutense de Madrid. ¿Quién da más?
Declarada
queda la iluminada y austera intimidad del artista. Su obsesión
por las fotos (siempre en blanco y negro), por los objetos extraños, exóticos,
olvidados, de mudez parlante, mágicos. Los molinillos, almireces, las copas. Su
familia, el retrato, incursiones en la pintura religiosa. El hiperrealismo, el
simbolismo exaltado. La tradición, el paisaje.
¿Desvelamos sorpresas?
¿Desintegramos el encanto proporcionando un avance del polimorfo universo, su
gran familia, de la que el artista nos hace partícipes? La intención es desde
luego ofrecer un breve sorbo, intenso y a rabiar de matices, del elixir de la
vida, tal y como Luis Alberto nos la pinta. De la vida, del tiempo y de la
muerte.
Aguardamos con expectación las
sin duda excelentes cosechas con que nos habrá de deleitar, a lo largo del
prolífico periodo que confío será el de su consagración. Ojalá, Luis Alberto,
no pierdas ese don, del que tú mismo hablas, de gestar “los sueños de ojos
abiertos”.
Pablo Jorge Delgado, escritor. 2010.
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